Raúl Sánchez, empresario de Gamarra desde los 70, siempre quiso que Gina estudiase Medicina. De sus seis hijos ella era la única mujer y se imaginaba que todos algún día la llamarían doctora. "Quizá mi papá lo veía como una profesión de mayor roce social, de élite", dice Gina Sánchez, quien finalmente eligió Administración en la Universidad del Pacífico. La empresa que por años había vendido ropa para niños pasó hace cinco a confeccionar moda para jovencitas. A los 29 años, Gina está a la cabeza de ese cambio. ¿Cómo se imagina a una empresaria de Gamarra? Obviamente viste la ropa que confecciona. Todos los días Gina evalúa nuevos modelos con su diseñadora, supervisa la producción en el taller, se reúne con proveedores, da un vistazo a sus tres tiendas marca Bangüi, le demuestra a sus padres que sí puede y le queda tiempo para enfurecerse si la competencia le copia un diseño.
Gamarra ha sido por más de cuatro décadas un emporio comercial donde la gente que no tenía nada acudía con la esperanza de cambiar su vida. Pedro Manzur, director de Únete, gremio que agrupa a empresarios de Gamarra, mira con esperanza para el sector textil y confecciones que más jóvenes se involucren en los negocios de esta zona. Pero si hay algo que golpea a los negocios familiares es la asfixia financiera. Es decir, las necesidades económicas de la familia crecen mas rápido que las de la empresa, y por eso invaden sus ganancias. También hay otros problemas. Luis Scerpella, director de Cendef, consultora en estos temas, añade que aunque la siguiente generación tenga una mejor preparación académica que la anterior, ello no es suficiente garantía de éxito si no se piensa también en profesionalizar los procesos. Las chicas de Gamarra lo están aprendiendo.
HERENCIA DE VALORES
Scerpella dice que por encima de los años del negocio, el momento idóneo para que la siguiente generación esté lista para ingresar a la empresa "depende de que se haya logrado una transmisión exitosa de los valores o cualidades que hicieron posible el éxito empresarial, y eso es lo más complicado de transmitir".
Jacqueline Mondragón cuenta la historia de sus padres con orgullo. Hijos de provincianos, matrimonio joven, local con paredes de triplay, empresarios hechos en la batalla para apoyar a sus tres hijas. "Ellos no tuvieron educación superior, pero están muy conscientes de que la educación es lo mejor que nos han dado", dice Jacqueline (26) quien, como su hermana Geraldine (24), estudió Administración en la Universidad de Lima.
La casa de los Mondragón tiene cuatro pisos, más un sótano y todo eso es un taller de solo ropa para niñas. "De un momento a otro crecimos y no nos dimos cuenta", dice Jacqueline. Antes de tener más puntos de venta -- en Gamarra tiene dos-- ha decidido enfocarse en la exportación. ¿Qué tanto han influenciado Jacqueline y Geraldine en los cambios de la empresa? Ellas han aplicado herramientas de márketing para renovar sus tiendas. Ellas trajeron a la mesa familiar el interés por participar en ferias como Perú Moda. Ahora exportan a Ecuador, Venezuela y Estados Unidos.
Por otro lado, la familia Tapia Zorrilla tiene siete tiendas en Gamarra y vende ropa para niños y damas. Las tareas están repartidas. Miriam (27), la hija mayor, ha estudiado en la Universidad del Pacífico, y supervisa la producción de prendas en tejido plano. Melissa (25), a punto de terminar Economía en la Universidad Ricardo Palma, es la encargada de las ventas y finanzas. Los estudios la cambiaron: "Ahora veo si es conveniente comprar al contado, cómo puedo manejar los préstamos, negociar con mis clientes y absorber una mayor utilidad".
SALIR DE GAMARRA
Mabel Barreto está a cargo de una página web que ofrece productos de Gamarra. Y claro, una de sus tareas ha sido buscar clientes y convencerlos de que existe algo llamado Internet que puede ser un nuevo medio de promoción para sus tiendas. Los jóvenes han sido los más atentos a escuchar sus propuestas. Jacqueline Mondragón cuenta que le costó convencer a su padre de gastar mil dólares en desarrollar una página web. "Los hijos de Gamarra han entendido que lo importante es salir de Gamarra, que los conozcan en todas partes", dice Barreto.
El gerente del Comit PYME de ÁDEX, Roberto Molero, dice que hay hijos de empresarios que estudian comercio exterior en esta institución porque "eso va a permitir que sus empresas sobrevivan". Una de esas estudiantes ha sido Sandra León. A los 20 años ya era la gerente general de Confecciones Pradech, la empresa que iniciaron sus padres en Gamarra. Pero Sandra tenía el mando con una formación aprendida en el trabajo. Cuando decidió estudiar eligió lo que iba a hacer posible su sueño de exportar. No quería otra cosa.
EL NEGOCIO CRECIÓ
Mudarse a Gamarra fue para la familia Humala un nuevo comienzo. Cuando sus hijas eran aún pequeñas, Renée Cruz se inició de empresaria con una máquina de coser en el Mercado Central. Creció confeccionando vestidos. Pero a mitad de los 90, cuando la competencia de los productos chinos hizo tambalear su negocio, sus hijas tomaron una decisión: vender ropa casual y pantalones jeans. Pero no cualquier pantalón, sino uno que combata la ley de la gravedad. Lo bautizaron "saca pompis". Y así el entalle que resaltaba los glúteos se convirtió en el detalle de su marca Jeans Roy. "Por qué no arriesgarnos, pronto se convirtió en una prenda muy usada por las mujeres", dice Susan Humala.
Roxana (38) creció más cerca de sus padres y aprendió de ellos, no pisó la universidad. "Terminé el colegio y me fui a trabajar --dice-- lo mío era vender". Susan (37) sí estudió diseño de modas y Kathy (32) eligió administración. Para ella, de niña, era un castigo ir a la fábrica. Trabajó en otras empresas, pero el sueldo y los horarios no la convencieron. Adquirió experiencia y eso le sirvió para volcarlo en Jeans Roy. "Como trabajábamos en un entorno familiar, no le dábamos mucha importancia al área administrativa, pues teníamos un negocio todavía pequeño. Hasta que de pronto creció y vimos lo importante que era", dice Roxana, la mayor de las hermanas que hoy tienen 13 tiendas en Lima y clientes en Puerto Rico, España, Ecuador y Japón. En una fábrica que tiene una capacidad instalada máxima de 30 mil prendas mensuales, las Humala reconocen que el manejo de la empresa no solo depende de ellas, por eso contratan asesores y otros profesionales en diversas áreas. A eso lo llaman trabajo en equipo.
Gamarra ha sido por más de cuatro décadas un emporio comercial donde la gente que no tenía nada acudía con la esperanza de cambiar su vida. Pedro Manzur, director de Únete, gremio que agrupa a empresarios de Gamarra, mira con esperanza para el sector textil y confecciones que más jóvenes se involucren en los negocios de esta zona. Pero si hay algo que golpea a los negocios familiares es la asfixia financiera. Es decir, las necesidades económicas de la familia crecen mas rápido que las de la empresa, y por eso invaden sus ganancias. También hay otros problemas. Luis Scerpella, director de Cendef, consultora en estos temas, añade que aunque la siguiente generación tenga una mejor preparación académica que la anterior, ello no es suficiente garantía de éxito si no se piensa también en profesionalizar los procesos. Las chicas de Gamarra lo están aprendiendo.
HERENCIA DE VALORES
Scerpella dice que por encima de los años del negocio, el momento idóneo para que la siguiente generación esté lista para ingresar a la empresa "depende de que se haya logrado una transmisión exitosa de los valores o cualidades que hicieron posible el éxito empresarial, y eso es lo más complicado de transmitir".
Jacqueline Mondragón cuenta la historia de sus padres con orgullo. Hijos de provincianos, matrimonio joven, local con paredes de triplay, empresarios hechos en la batalla para apoyar a sus tres hijas. "Ellos no tuvieron educación superior, pero están muy conscientes de que la educación es lo mejor que nos han dado", dice Jacqueline (26) quien, como su hermana Geraldine (24), estudió Administración en la Universidad de Lima.
La casa de los Mondragón tiene cuatro pisos, más un sótano y todo eso es un taller de solo ropa para niñas. "De un momento a otro crecimos y no nos dimos cuenta", dice Jacqueline. Antes de tener más puntos de venta -- en Gamarra tiene dos-- ha decidido enfocarse en la exportación. ¿Qué tanto han influenciado Jacqueline y Geraldine en los cambios de la empresa? Ellas han aplicado herramientas de márketing para renovar sus tiendas. Ellas trajeron a la mesa familiar el interés por participar en ferias como Perú Moda. Ahora exportan a Ecuador, Venezuela y Estados Unidos.
Por otro lado, la familia Tapia Zorrilla tiene siete tiendas en Gamarra y vende ropa para niños y damas. Las tareas están repartidas. Miriam (27), la hija mayor, ha estudiado en la Universidad del Pacífico, y supervisa la producción de prendas en tejido plano. Melissa (25), a punto de terminar Economía en la Universidad Ricardo Palma, es la encargada de las ventas y finanzas. Los estudios la cambiaron: "Ahora veo si es conveniente comprar al contado, cómo puedo manejar los préstamos, negociar con mis clientes y absorber una mayor utilidad".
SALIR DE GAMARRA
Mabel Barreto está a cargo de una página web que ofrece productos de Gamarra. Y claro, una de sus tareas ha sido buscar clientes y convencerlos de que existe algo llamado Internet que puede ser un nuevo medio de promoción para sus tiendas. Los jóvenes han sido los más atentos a escuchar sus propuestas. Jacqueline Mondragón cuenta que le costó convencer a su padre de gastar mil dólares en desarrollar una página web. "Los hijos de Gamarra han entendido que lo importante es salir de Gamarra, que los conozcan en todas partes", dice Barreto.
El gerente del Comit PYME de ÁDEX, Roberto Molero, dice que hay hijos de empresarios que estudian comercio exterior en esta institución porque "eso va a permitir que sus empresas sobrevivan". Una de esas estudiantes ha sido Sandra León. A los 20 años ya era la gerente general de Confecciones Pradech, la empresa que iniciaron sus padres en Gamarra. Pero Sandra tenía el mando con una formación aprendida en el trabajo. Cuando decidió estudiar eligió lo que iba a hacer posible su sueño de exportar. No quería otra cosa.
EL NEGOCIO CRECIÓ
Mudarse a Gamarra fue para la familia Humala un nuevo comienzo. Cuando sus hijas eran aún pequeñas, Renée Cruz se inició de empresaria con una máquina de coser en el Mercado Central. Creció confeccionando vestidos. Pero a mitad de los 90, cuando la competencia de los productos chinos hizo tambalear su negocio, sus hijas tomaron una decisión: vender ropa casual y pantalones jeans. Pero no cualquier pantalón, sino uno que combata la ley de la gravedad. Lo bautizaron "saca pompis". Y así el entalle que resaltaba los glúteos se convirtió en el detalle de su marca Jeans Roy. "Por qué no arriesgarnos, pronto se convirtió en una prenda muy usada por las mujeres", dice Susan Humala.
Roxana (38) creció más cerca de sus padres y aprendió de ellos, no pisó la universidad. "Terminé el colegio y me fui a trabajar --dice-- lo mío era vender". Susan (37) sí estudió diseño de modas y Kathy (32) eligió administración. Para ella, de niña, era un castigo ir a la fábrica. Trabajó en otras empresas, pero el sueldo y los horarios no la convencieron. Adquirió experiencia y eso le sirvió para volcarlo en Jeans Roy. "Como trabajábamos en un entorno familiar, no le dábamos mucha importancia al área administrativa, pues teníamos un negocio todavía pequeño. Hasta que de pronto creció y vimos lo importante que era", dice Roxana, la mayor de las hermanas que hoy tienen 13 tiendas en Lima y clientes en Puerto Rico, España, Ecuador y Japón. En una fábrica que tiene una capacidad instalada máxima de 30 mil prendas mensuales, las Humala reconocen que el manejo de la empresa no solo depende de ellas, por eso contratan asesores y otros profesionales en diversas áreas. A eso lo llaman trabajo en equipo.
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