El negocio de los Conciertos Populares

Ya no se trata de un fenómeno. Hace tiempo que la cumbia y el folclor provinciano pasaron esa barrera para constituirse en un elemento más de la cotidianidad urbana. Tras la multiplicidad de lecturas que podría tener este movimiento cultural, existe también un factor económico que lo impulsa, dinamiza y que le ha permitido ingresar a su etapa de consolidación como propuesta musical.

LAS GRANDES CIFRAS
¿Qué hay tras las fiestas de fin de semana en los conos, de los letreros fosforescentes o de la mundanal producción discográfica que con tanta satisfacción reproduce la piratería? Para el sociólogo Santiago Alfaro, que ha estudiado la música popular en los últimos años, tras esta parafernalia de componentes hay una industria cultural que genera sus propios mecanismos y espacios para salir adelante.

El primero de ellos es el ámbito discográfico: los artistas de la cumbia y el huaino han encontrado en él un espacio para promocionar sus canciones, porque, salvo contadas excepciones, no hallan allí una posibilidad de obtener ingresos. La razón principal: la piratería, imposible de competir.

"Ahí no está el negocio", indica Agustín Távara, manager del Grupo 5 --una de las orquestas más rankeadas-- y agrega que los grupos cumbiamberos han asimilado la producción discográfica como una inversión de promoción de sus temas, gasto que solo lo recuperan con las presentaciones que realizan. Desde esta óptica, la piratería, antes que restar, suma.

La inversión en un solo tema para cada artista involucra un costo de entre US$1.000 y US$2.500 dependiendo de la calidad del sonido, las horas de grabación y del propio tema. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, para el caso de la cumbia existen autores que graban sus temas en forma artesanal y los distribuyen entre los diez grupos más rankeados, los que, dependiendo del potencial de la canción, ponen un precio. Se establece así una especie de subasta virtual donde el que ofrece la cifra más alta se queda con el tema.

De similar forma funciona la difusión y promoción de los videos. Estos son grabados en los propios conciertos populares con la autorización de las agrupaciones sin que les cueste un solo centavo a quien después los comercializará. Santiago Aspericueta, director de la agrupación Los Caribeños, señala que los conciertos del grupo los graba Rosita Producciones, a la que solo le alcanzan el audio y ella se encarga de difundirlo por su cuenta y riesgo. Aspericueta está consciente de que solo basta que haya un video para que pirateen miles; pese a ello, el grupo sigue ganando en difusión.

Távara señala que usualmente los grupos compran discos a las productoras para repartirlos en sus conciertos. No solo eso, los temas de su agrupación están colocados en una página web listos para ser bajados. Ruly Castro, coordinador de Agua Marina, indica que en alguna oportunidad el grupo regaló discos con sus temas , a modo de volantes, y en ellos anunciaban el lugar, fecha y hora donde se presentarían. En este caso, los discos son solo un instrumento del espectáculo, al igual que los videos.

TREMENDO SHOW
En apariencia, el negocio del espectáculo popular es sencillo, pero no lo es. Requiere de mucho esfuerzo. La mayoría de los que se realizan los fines de semana no son organizados directamente por los grupos de cumbia y los folcloristas, sino por promotores artísticos que tienen que desplegar toda su 'sabiduría' para intentar que las reuniones resulten exitosas.

Los grupos cumbiamberos solo organizan estos espectáculos en fechas clave: fin de año, Fiestas Patrias, el aniversario del grupo y los días del trabajo, enamorados, del padre y la madre, donde la concurrencia está casi asegurada.

Existen alrededor de diez agrupaciones de cumbia que actualmente gozan de celebridad y son las que mayor afluencia generan; sin embargo, esto no garantiza el éxito de una reunión. Aspericueta señala que hubo oportunidades en las que Los Caribeños, pese a la convocatoria que generan (están en su mejor momento y es quizás el de mayor acogida), no logró llegar a una asistencia de ochocientas personas. En ese sentido, las pérdidas suelen ser cuantiosas. Los conciertos cumbiamberos, los espectáculos en los que más se invierte, requieren aproximadamente S/.10.000 solo en la organización de la reunión (promoción en radio, banderolas, afiches, contratación del local, etc.) y dicha cifra no incluye el pago de la agrupación, que oscila entre S/.4.750 (US$1.500) y S/.6.300 (US$2.000).

Respecto a los ingresos, suelen duplicarse o triplicarse si están adecuadamente organizados. Según Aspericueta y Távara, el consumo de cerveza --protagonista de estos encuentros-- está en relación de 100 cajas (de cervezas pequeñas que se venden por S/.5) por 1.000 personas. De ser así, cada asistente consume alrededor de 2,5 cervezas en el espectáculo. Asimismo, las entradas suelen variar entre S/.10 y S/.20 (S/.15 en promedio) dependiendo de la popularidad del grupo. En ese sentido, el gasto promedio por cada persona sería superior a los S/.27,5 en una noche, sin contar alimentos y otros, como transporte, con los que el desembolso podría llegar a los S/.50 por persona.

Un buen grupo puede convocar un promedio de 3.000 personas en Lima, lo que generaría, de ser generosos con las cifras, cerca de S/.27.500 soles por ingresos en cada concierto. Por supuesto que la realidad no suele ser así, pues todos los grupos no tienen la misma convocatoria. Los taquilleros como Agua Marina, Armonía 10 y Grupo 5, regularmente suelen superar esta cifra. Y claro, otros tienen resultados muy por debajo a pesar de que tienen que asumir costos de organización parecidos.

En el caso de los espectáculos de folclor, la organización tiene un costo menor, pero igualmente los ingresos por taquilla no son comparables con los de los espectáculos cumbiamberos. Sin embargo, muchas veces el consumo de cerveza suele superarlos.

Nílver Huárac, promotor de estos espectáculos, señala que la mayor proporción de la torta de los espectáculos populares de fin de semana en Lima la tienen los folclóricos, debido a que en número son cuatro a cinco veces mayores que los cumbiamberos.

Huárac explica que en un fin de semana en la Carretera Central se hace un promedio de 15 espectáculos de folclore y posiblemente solo dos o tres de cumbia. Indica que si habría que dar una cifra, esta zona podría estar moviendo en espectáculos cerca de S/.400.000 cada fin de semana.

TRIBUTO DE PESO
Si bien los ingresos por espectáculo cumbiambero pueden duplicar o triplicar el monto invertido, no todo es ganancia. Távara indica que hay gastos como el pago al personal, la depreciación de algunos activos --los equipos de sonido--, y el transporte (que en el caso de los cumbiamberos son puestos por el mismo grupo); pero, sobre todo, el pago de los impuestos.

Del total de las entradas, los organizadores deben orientar 15% al municipio donde se realiza el espectáculo, 10% a la Asociación de Autores y Compositores (Apdayc) y del total de ingresos (cerveza y boletería) se debe pagar el Impuesto General a las Ventas (19%). Távara indica que cerca de la tercera parte de los ingresos se va en pagar impuestos, otra tercera parte para los empleados y el grupo. Al final, los organizadores obtienen ganancias netas de entre S/.8.000 y S/.9.000 por espectáculo.

Los conciertos, además, deben pagar otros costos, como la fabricación de discos promocionales que se reparten en los conciertos y la hora radial del grupo. La radio forma parte importante del circuito promocional.

La alta tasa impositiva que tienen estos espectáculos hace que en muchos casos se inventen estrategias para tratar de evadir los impuestos, lo que sucede frecuentemente con los folclóricos. Jorge Rojas Caramuti, director de recaudación de la Municipalidad de Los Olivos, uno de los distritos favoritos para este tipo de espectáculos, señala que anualmente la evasión suele casi igualar el monto recaudado.

Indica que los grupos cumbiamberos suelen ser cumplidos con los pagos; sin embargo existen promotores folclóricos que siempre intentan sacarle la vuelta a lo que debe recaudar la comuna con diversas tretas, logrando algunas veces su cometido.

DOS EN UNO
"La presión de los impuestos es la que ha generado un sistema paralelo", indica el manager del Grupo 5, Agustín Távara, refiriéndose a las estrategias de evasión que usan los promotores para intentar mantenerse a flote. "Muchos promotores tienen que buscar conjugar lo formal con lo informal", agrega. En efecto, esto parece ser inherente al negocio: bambolearse y servirse de ambos para mantenerse a flote.

El sociólogo Santiago Alfaro señala que los impuestos aplicados, lejos de fomentar un espectáculo local y propio, parecen demolerlo. Lo mismo se vería en la industria discográfica que acompaña a todo este movimiento, la que está constituida principalmente por pymes que intentan adaptarse a la formalidad pero que diariamente juegan en pared con la informalidad para tratar de sobrevivir, debido a que existe un Estado no interesado en regularizar lo que se ha constituido como una industria cultural paralela.

A pesar de ello, estos espectáculos creados por el calor popular siguen sobreviviendo y se someten a los mismos riesgos que cualquier otro tipo de negocio: con ganancias y pérdidas. Aunque, claro está, fortaleciéndose como apuesta cultural.

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