Por: Mg. Teresa Chara de los Rios
Hace unos días hemos celebrado el Día de San Valentín, el Día del Amor, el Día de la Amistad. Sin embargo esa fecha tan significativa no fue motivo para evitar crímenes tan escabrosos como el que una hija inducida por el enamorado y en complicidad de su amigo, asesinaron fríamente a la madre, a puros golpes y luego la estrangularon.
Pero… ¿que pasó con esta hija? ¿Qué hizo la madre para que su hija la odiara tanto hasta planear su muerte?
Si bien no soy psicóloga, pero esta noticia me permite hacer una reflexión bajo el supuesto del abandono moral y afectivo de la madre, aún cuando adore a su hija.
Algunas madres, trabajan todo el día, tienen una apretada agenda, clientes que atender, empresas que asesorar, son exitosas en sus negocios o profesiones, no llegan ni a almorzar a casa. La relación con sus hijos y el esposo en el mejor de los casos, es por teléfono.
La relación con la pareja se enfría y llegan a separarse o divorciarse. El padre se aleja, los hijos quedan solos en casa. Viven allí, comen allí, estudian, pero se sienten abandonados por la madre. No hay vínculos afectivos, no es una verdadera familia, el vínculo que los une está dado por cosas materiales que la madre se esfuerza en comprar.
Inconcientemente los hijos empiezan a odiar a la madre porque sienten que no son importantes para ella, que no los quiere. La madre al sentirse culpable de no poder darles más de su tiempo, de su cariño, sigue comprando más cosas para compensar ese tiempo que no les da, porque está muy ocupada atendiendo negocios. Prioriza su papel de profesional, antes que el de madre.
Cuando llega a casa, a altas horas de la noche, está cansada, estresada y sólo quiere dormir. Dicen que la relación y el sentimiento que existe entre una hija y su madre son muy profundos. Las hijas toman como primer modelo de mujer a su madre, la adoran, la imitan al hablar, en sus gestos y hasta se ponen su ropa y sus joyas a escondidas, para luego mirarse en el espejo porque quieren parecerse a ellas.
Sin embargo, cuando la relación de madre e hija se va deteriorando por la falta de atención de la madre, la hija empezará a sentir un hondo resentimiento por ella, y le pedirá y exigirá más cosas materiales como una compensación a su desamor. Pero como la hija es un ser humano, siente la necesidad de ser querida y valorada como cualquier persona normal. Aquí es donde escuchará más a una tercera persona, que puede ser un familiar, un amigo o su pareja sentimental. Se refugiará en él, se entregará a él y no lo querrá perder.
Lamentablemente en el caso del crimen en mención, el enamorado es una persona fría, calculadora y de escasos valores éticos. El móvil fue el dinero, aquel dinero que a su mamá le costó tanto ganar. El dinero era el único vínculo que las unía. La madre aconsejaba a su hija tener otro tipo de amistades, exitosas como ella, de otro “nivel social”. Pero era un mensaje equivocado, no se puede medir el éxito de la persona sólo por el dinero que tenga y ¿que hay del amor y la felicidad?
No pretendo tampoco justificar el asesinato de la hija contra la madre, pero si pretendo motivar una reflexión ¿Cuánto daño le podemos hacer a nuestros hijos con nuestra indiferencia y abandono moral? ¿Cuánto odio puede caber en un ser que quiere eliminar a aquella persona que más quiere, quizás con la oculta intención de hacerse daño a ella misma? Conversemos más con nuestros hijos, el trabajo es importante sin exagerar ni sacrificar el tiempo que debemos dárselo a ellos. Si no les damos amor, es casi seguro que ellos tampoco aprendan a darlo.