Con la firma de los respectivos presidentes, que decretaron que entrarĂ¡ en vigencia el 1 de febrero, el Tratado de Libre Comercio entre el PerĂº y Estados Unidos quedĂ³ totalmente asegurado.
En este momento de honda satisfacciĂ³n, corresponde hacer una especial menciĂ³n al presidente norteamericano, George Bush, quien, en uno de sus Ăºltimos actos oficiales, firmĂ³ la respectiva resoluciĂ³n de promulgaciĂ³n. Al margen de su terrible gestiĂ³n como mandatario, es innegable que en todo momento se esforzĂ³ al mĂ¡ximo para que el TLC se hiciera realidad. Ahora mismo, pese a estar en trance de dejar el cargo (el dĂa anterior habĂa dado su discurso de despedida) no quiso dejar que el plazo corriera el riesgo de extenderse (lo que parecĂa que ocurrirĂa, por la intervenciĂ³n de algunos legisladores demĂ³cratas) y, en uno de sus Ăºltimos actos oficiales, se apresurĂ³ a estampar su definitiva rĂºbrica, con lo que resolviĂ³ el asunto. Este gesto, como muchos otros a lo largo del proceso, los peruanos deberemos saber valorarlo.
Obviamente, tambiĂ©n deberemos recordar que Ă©ste fue un largo camino, que se iniciĂ³ en el gobierno del ex presidente Toledo, quien fue el gestor de la idea, y tratĂ³ afanosamente de llevarla adelante. Junto a Ă©l estuvo un gran grupo de negociadores (encabezado por el ministro Alfredo Ferrero), que hizo su mejor esfuerzo, tanto para acelerar las cosas, como para obtener un buen acuerdo.
La gente del actual gobierno, bajo la batuta del presidente GarcĂa y de la ministra Mercedes ArĂ¡oz, tomĂ³ la posta, trabajĂ³ con el mismo Ămpetu, y logrĂ³ llegar a la ansiada meta.
Ha sido, sin duda, un memorable proceso, y una ilustrativa lecciĂ³n de que, cuando las cosas se hacen seriamente, con una visiĂ³n de largo plazo, como parte de una polĂtica de Estado, se puede obtener invalorables frutos.
Con ello se cierra todo un capĂtulo en nuestra historia del comercio. Pero en pocos dĂas empezarĂ¡n otros dos: el de intentar conquistar el gigantesco mercado norteamericano con nuestros productos, y el de aprender a sacar el mĂ¡ximo provecho a los bienes de capital e insumos provenientes de esta superpotencia, que ingresarĂ¡n libremente al nuestro.
Todo definido: el TLC se pone en marcha el 1 de febrero. (Fotos: Andina)
En este momento de honda satisfacciĂ³n, corresponde hacer una especial menciĂ³n al presidente norteamericano, George Bush, quien, en uno de sus Ăºltimos actos oficiales, firmĂ³ la respectiva resoluciĂ³n de promulgaciĂ³n. Al margen de su terrible gestiĂ³n como mandatario, es innegable que en todo momento se esforzĂ³ al mĂ¡ximo para que el TLC se hiciera realidad. Ahora mismo, pese a estar en trance de dejar el cargo (el dĂa anterior habĂa dado su discurso de despedida) no quiso dejar que el plazo corriera el riesgo de extenderse (lo que parecĂa que ocurrirĂa, por la intervenciĂ³n de algunos legisladores demĂ³cratas) y, en uno de sus Ăºltimos actos oficiales, se apresurĂ³ a estampar su definitiva rĂºbrica, con lo que resolviĂ³ el asunto. Este gesto, como muchos otros a lo largo del proceso, los peruanos deberemos saber valorarlo.
Obviamente, tambiĂ©n deberemos recordar que Ă©ste fue un largo camino, que se iniciĂ³ en el gobierno del ex presidente Toledo, quien fue el gestor de la idea, y tratĂ³ afanosamente de llevarla adelante. Junto a Ă©l estuvo un gran grupo de negociadores (encabezado por el ministro Alfredo Ferrero), que hizo su mejor esfuerzo, tanto para acelerar las cosas, como para obtener un buen acuerdo.
La gente del actual gobierno, bajo la batuta del presidente GarcĂa y de la ministra Mercedes ArĂ¡oz, tomĂ³ la posta, trabajĂ³ con el mismo Ămpetu, y logrĂ³ llegar a la ansiada meta.
Ha sido, sin duda, un memorable proceso, y una ilustrativa lecciĂ³n de que, cuando las cosas se hacen seriamente, con una visiĂ³n de largo plazo, como parte de una polĂtica de Estado, se puede obtener invalorables frutos.
Con ello se cierra todo un capĂtulo en nuestra historia del comercio. Pero en pocos dĂas empezarĂ¡n otros dos: el de intentar conquistar el gigantesco mercado norteamericano con nuestros productos, y el de aprender a sacar el mĂ¡ximo provecho a los bienes de capital e insumos provenientes de esta superpotencia, que ingresarĂ¡n libremente al nuestro.