Escrito por: Mg. Teresa Chara de los Rios
Las mujeres seguimos cambiando. Hoy podemos terminar una relación de pareja y no sentir que se nos acaba el mundo. Es más, somos capaces de darnos cuenta que esa relación no va más y tener el coraje de ponerle punto final, aún cuando hayan niños de por medio.
Cada día somos más las mujeres que gozamos de nuestra independencia económica, pues también somos más las mujeres que trabajamos y gozamos de un ingreso propio.
Cada vez somos más las mujeres que aceptamos el paso del tiempo y entendemos que no podemos ser las mismas quinceañeras de antes que teníamos todas las partes de nuestro cuerpo en su lugar. Entendemos y aceptamos que el paso de los años arruga la piel, pero que también podemos ser más interesantes y admiradas que antes, aún cuando tratemos de disimular nuestras canas y arrugas.
Entendemos que la juventud es una etapa divina, pero que la dejamos con mucho gusto, porque con los años, ganamos la experiencia que nos hace ver las cosas con más tino y claridad para tomar decisiones acertadas sin temor a equivocarnos.
Las mujeres entendemos que debemos trabajar hasta quedarnos sin fuerzas y ahorrar, tener nuestra propia cuenta bancaria, ni con mucho dinero o poco dinero, pero si el suficiente para no depender económicamente de nadie o ayudar en los momentos difíciles.
También ahora nos preocupamos de tener en casa un kit de herramientas, desarmadores, alicates, taladro, martillo y manuales para reparaciones menores, porque hemos comprendido que eso no es sólo “cosas de hombres”.
Las mujeres ahora ya compramos los sobres de sopas instantáneas, los alimentos semielaborados, usamos el teléfono para pedir comida vía delibery, porque entendemos que a veces no podemos perder nuestro tiempo cocinando, cuando podemos aprovecharlo en compartir una amena charla o realizar actividades con nuestros seres queridos.
Las mujeres compramos cremas, shampoo, perfumes, cosméticos. Tenemos una rutina de belleza, usamos mascarillas de belleza de diversos colores y aromas, aunque a veces nos parezcamos a la “momia Juanita”. Compramos videos para hacer ejercicios, aunque después nos gane la flojera y ellos se queden empolvados junto con otras cosas que las adquirimos emocionadas y terminaron en un rincón de la casa.
Cada vez más mujeres tenemos una profesión o dos, estudiamos maestrías y doctorados. Cada vez más las mujeres incursionamos en política y en oficios antes destinados solo para hombres.
Cada día son más las mujeres que deciden financiar sus viajes por vacaciones o de relax y pedir alguna amiga que las acompañen, sin importarles o sentir temor que las juzguen de lesbianas.
Las mujeres ya sabemos chatear, tenemos por lo menos un correo electrónico, intercambiamos poemas y mensajes subliminales en power point.
Si bien es cierto que las mujeres estamos cambiando, no cambiaremos en nuestra forma de ver el mundo, somos sentimentales, más sensibles; no dejaremos de adorar a nuestros hijos, de amar al hombre equivocado, de sacrificarnos a favor de nuestros seres queridos, de darlo todo sin pedir nada a cambio. La verdad, ¡Qué hermoso es ser mujer!
Las mujeres seguimos cambiando. Hoy podemos terminar una relación de pareja y no sentir que se nos acaba el mundo. Es más, somos capaces de darnos cuenta que esa relación no va más y tener el coraje de ponerle punto final, aún cuando hayan niños de por medio.
Cada día somos más las mujeres que gozamos de nuestra independencia económica, pues también somos más las mujeres que trabajamos y gozamos de un ingreso propio.
Cada vez somos más las mujeres que aceptamos el paso del tiempo y entendemos que no podemos ser las mismas quinceañeras de antes que teníamos todas las partes de nuestro cuerpo en su lugar. Entendemos y aceptamos que el paso de los años arruga la piel, pero que también podemos ser más interesantes y admiradas que antes, aún cuando tratemos de disimular nuestras canas y arrugas.
Entendemos que la juventud es una etapa divina, pero que la dejamos con mucho gusto, porque con los años, ganamos la experiencia que nos hace ver las cosas con más tino y claridad para tomar decisiones acertadas sin temor a equivocarnos.
Las mujeres entendemos que debemos trabajar hasta quedarnos sin fuerzas y ahorrar, tener nuestra propia cuenta bancaria, ni con mucho dinero o poco dinero, pero si el suficiente para no depender económicamente de nadie o ayudar en los momentos difíciles.
También ahora nos preocupamos de tener en casa un kit de herramientas, desarmadores, alicates, taladro, martillo y manuales para reparaciones menores, porque hemos comprendido que eso no es sólo “cosas de hombres”.
Las mujeres ahora ya compramos los sobres de sopas instantáneas, los alimentos semielaborados, usamos el teléfono para pedir comida vía delibery, porque entendemos que a veces no podemos perder nuestro tiempo cocinando, cuando podemos aprovecharlo en compartir una amena charla o realizar actividades con nuestros seres queridos.
Las mujeres compramos cremas, shampoo, perfumes, cosméticos. Tenemos una rutina de belleza, usamos mascarillas de belleza de diversos colores y aromas, aunque a veces nos parezcamos a la “momia Juanita”. Compramos videos para hacer ejercicios, aunque después nos gane la flojera y ellos se queden empolvados junto con otras cosas que las adquirimos emocionadas y terminaron en un rincón de la casa.
Cada vez más mujeres tenemos una profesión o dos, estudiamos maestrías y doctorados. Cada vez más las mujeres incursionamos en política y en oficios antes destinados solo para hombres.
Cada día son más las mujeres que deciden financiar sus viajes por vacaciones o de relax y pedir alguna amiga que las acompañen, sin importarles o sentir temor que las juzguen de lesbianas.
Las mujeres ya sabemos chatear, tenemos por lo menos un correo electrónico, intercambiamos poemas y mensajes subliminales en power point.
Si bien es cierto que las mujeres estamos cambiando, no cambiaremos en nuestra forma de ver el mundo, somos sentimentales, más sensibles; no dejaremos de adorar a nuestros hijos, de amar al hombre equivocado, de sacrificarnos a favor de nuestros seres queridos, de darlo todo sin pedir nada a cambio. La verdad, ¡Qué hermoso es ser mujer!