La calificación abarca una gran gama de niveles. El más alto es el AAA, reservado para los países que hacen muy bien las cosas en materia económica y muestran gran estabilidad política. El más bajo, en cambio, es el D, correspondiente a los países con serias deficiencias en los aspectos señalados.
El Grado de Inversión, sinónimo de buena reputación crediticia, se inicia en el nivel BBB- (según la nomenclatura de Standard & Poor's y Fitch) o en Baa3 (según Moody's). Lo cierto es que, en América Latina, muy pocos países se pueden jactar de pertenecer a él, destacando Chile y México, los mejor calificados de la región, que han recibido dicho galardón de parte de más de una calificadora. Otros países lo han recibido sólo de parte de una de ellas, requiriendo la ratificación de una segunda o tercera. Colombia, por ejemplo, lo ha obtenido únicamente de S&P, Perú de DBRS y El Salvador de Moody's.
El acceso al Grado de Inversión mejora significativamente la imagen de los países en los mercados financieros internacionales, permitiéndoles atraer mayores inversiones y acceder a un financiamiento más abundante y a menor costo.
Lamentablemente, la gran mayoría de países no pertenece a dicho grado, sino sólo al Grado de Especulación, debido a las dudas existentes acerca de su desempeño económico y su futura estabilidad social y/o política, factores que suelen traducirse en una baja capacidad de honrar sus obigaciones.
La calificación es asignada separadamente a las distintas emisiones que un país efectúa en los mercados internacionales, sean éstas de corto o largo plazo, y denominadas en moneda nacional o extranjera. Así, por ejemplo, una emisión de bonos en moneda nacional podría tener grado de inversión, pero una de moneda extranjera únicamente grado de especulación. Para fines de la calificación global del país, se toma en cuenta únicamente el rating asignado a las emisiones de largo plazo en moneda extranjera.
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