La publicación, por parte del periodista Jaime de Althaus, de su libro La Revolución Capitalista en el Perú, ha desatado polémica.
Para el acto de presentación de su obra, el citado periodista, de tendencia marcadamente liberal, invitó a dos connotados estudiosos de la realidad peruana: el sociólogo izquierdista Julio Cotler y el economista liberal Hernando de Soto, seguramente confiando en que ambos destacarían los aspectos más relevantes de su libro y, de otro lado, harían una crítica constructiva acerca de sus carencias.
Así ocurrió con De Soto, quien si bien elogió diversos aspectos de la obra, desnudó algunas de sus deficiencias, y propuso unas publicaciones complementarias.
Sin embargo, estuvo muy lejos de ocurrir en el caso de Cotler, pues éste se dedicó casi exclusivamente a criticar acremente el texto, y a minimizar su aporte teórico:
Como se puede observar en el video, Cotler fue particularmente duro, indudablemente influido por su esquema ideológico, para el cual seguramente resulta un trago sumamente amargo el elogiar un proceso de tipo liberal tan exitoso como el que vive el Perú desde los años 90. Sus críticas resultaron tan incómodas para De Althaus que motivaron, hace un par de días, la siguiente furibunda respuesta de éste en el diario El Comercio:
La ceguera
Julio Cotler ha intentado banalizar la importancia de los cambios descritos en "La revolución capitalista en el Perú". Ha afirmado: "Jaime de Althaus me dice que estamos ante una revolución capitalista solo porque hay tres o cuatro años de crecimiento. Es exagerado, pues" ("Perú.21", 7/10/07).
Sorprende que un agudo científico social no perciba las tendencias de cambio estructural no de los últimos tres, sino de los últimos 15 o 17 años. Lo que hay no es solo un incremento de la inversión y el empleo. Es otra inversión y otro empleo. El aparato productivo ha cambiado de signo, de articulación y de capacidad de incorporación. Ahora se orienta más hacia afuera y se conecta con el interior procesando nuestros recursos. Hemos pasado del desarrollo hacia adentro, protegido y expoliatorio, al desarrollo desde adentro hacia afuera, movilizador de las regiones. La lógica de acumulación es mucho más incluyente y generadora de clases sociales emergentes.
Lo que ha ocurrido, en esencia, es un proceso de redistribución social de los ingresos o privilegios rentistas (proteccionismo industrial, tarifas públicas subsidiadas, empresas públicas parasitarias, etc.) que beneficiaban a los sectores altos y medios urbano-limeños principalmente. Esta redistribución ha tendido a mejorar la distribución del ingreso entre clases sociales y a reducir la brecha centralista por primera vez en cien años, lo que está perfectamente documentado.
Sectores campesinos pobres, como los paperos, han rescatado parte de su mercado. Hemos recuperado niveles de autoabastecimiento en leche y azúcar. Las agroexportaciones están produciendo una cierta concentración de tierras que no expulsa sino atrae gente al campo, y una nueva clase de trabajadores formales no proletarizados que conservan acceso a tierras familiares en las que empiezan a volcar conocimientos técnicos aprendidos en los fundos agroexportadores. Esto, sumado a una cierta agregación de tierras en la propia agricultura parcelera, crea las condiciones para el paso de la agricultura de subsistencia a la pequeña agricultura capitalista en la costa.
No solo la costa. El Cusco reduce su pobreza sustancialmente. La ciudad de Cajamarca se transforma. Surge, además, una nueva clase media emergente urbana, facilitada por la redistribución de ingresos señalada y por la masiva titulación de la propiedad, la revolución del microcrédito, de los teléfonos, etc. Dos millones de peruanos son socios del gran capital nacional y transnacional a través de los fondos de pensiones invertidos en la bolsa, democratizando y renacionalizando el capital. La propia clase alta empresarial ha sufrido una recomposición notable: por primera vez, tres de los seis grandes grupos económicos (Añaños, Rodríguez y Wong) no proceden de la vieja clase plutocrática sino del pueblo. Sin contar a los Huancaruna, los Flores Aquilino, etc. Por primera vez, también, grupos peruanos se internacionalizan y se convierten en verdaderas transnacionales. El problema es que subsisten regímenes de privilegio que impiden una mayor inclusión: solo el 15% de la PEA tiene derechos laborales, el Estado excluye y no ayuda a reducir la pobreza. Eso es lo que hay que señalar, en lugar de negar los cambios.
Fuente: http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2007-10-19/La_ceguera.html
Para el acto de presentación de su obra, el citado periodista, de tendencia marcadamente liberal, invitó a dos connotados estudiosos de la realidad peruana: el sociólogo izquierdista Julio Cotler y el economista liberal Hernando de Soto, seguramente confiando en que ambos destacarían los aspectos más relevantes de su libro y, de otro lado, harían una crítica constructiva acerca de sus carencias.
Así ocurrió con De Soto, quien si bien elogió diversos aspectos de la obra, desnudó algunas de sus deficiencias, y propuso unas publicaciones complementarias.
Sin embargo, estuvo muy lejos de ocurrir en el caso de Cotler, pues éste se dedicó casi exclusivamente a criticar acremente el texto, y a minimizar su aporte teórico:
Como se puede observar en el video, Cotler fue particularmente duro, indudablemente influido por su esquema ideológico, para el cual seguramente resulta un trago sumamente amargo el elogiar un proceso de tipo liberal tan exitoso como el que vive el Perú desde los años 90. Sus críticas resultaron tan incómodas para De Althaus que motivaron, hace un par de días, la siguiente furibunda respuesta de éste en el diario El Comercio:
La ceguera
Julio Cotler ha intentado banalizar la importancia de los cambios descritos en "La revolución capitalista en el Perú". Ha afirmado: "Jaime de Althaus me dice que estamos ante una revolución capitalista solo porque hay tres o cuatro años de crecimiento. Es exagerado, pues" ("Perú.21", 7/10/07).
Sorprende que un agudo científico social no perciba las tendencias de cambio estructural no de los últimos tres, sino de los últimos 15 o 17 años. Lo que hay no es solo un incremento de la inversión y el empleo. Es otra inversión y otro empleo. El aparato productivo ha cambiado de signo, de articulación y de capacidad de incorporación. Ahora se orienta más hacia afuera y se conecta con el interior procesando nuestros recursos. Hemos pasado del desarrollo hacia adentro, protegido y expoliatorio, al desarrollo desde adentro hacia afuera, movilizador de las regiones. La lógica de acumulación es mucho más incluyente y generadora de clases sociales emergentes.
Lo que ha ocurrido, en esencia, es un proceso de redistribución social de los ingresos o privilegios rentistas (proteccionismo industrial, tarifas públicas subsidiadas, empresas públicas parasitarias, etc.) que beneficiaban a los sectores altos y medios urbano-limeños principalmente. Esta redistribución ha tendido a mejorar la distribución del ingreso entre clases sociales y a reducir la brecha centralista por primera vez en cien años, lo que está perfectamente documentado.
Sectores campesinos pobres, como los paperos, han rescatado parte de su mercado. Hemos recuperado niveles de autoabastecimiento en leche y azúcar. Las agroexportaciones están produciendo una cierta concentración de tierras que no expulsa sino atrae gente al campo, y una nueva clase de trabajadores formales no proletarizados que conservan acceso a tierras familiares en las que empiezan a volcar conocimientos técnicos aprendidos en los fundos agroexportadores. Esto, sumado a una cierta agregación de tierras en la propia agricultura parcelera, crea las condiciones para el paso de la agricultura de subsistencia a la pequeña agricultura capitalista en la costa.
No solo la costa. El Cusco reduce su pobreza sustancialmente. La ciudad de Cajamarca se transforma. Surge, además, una nueva clase media emergente urbana, facilitada por la redistribución de ingresos señalada y por la masiva titulación de la propiedad, la revolución del microcrédito, de los teléfonos, etc. Dos millones de peruanos son socios del gran capital nacional y transnacional a través de los fondos de pensiones invertidos en la bolsa, democratizando y renacionalizando el capital. La propia clase alta empresarial ha sufrido una recomposición notable: por primera vez, tres de los seis grandes grupos económicos (Añaños, Rodríguez y Wong) no proceden de la vieja clase plutocrática sino del pueblo. Sin contar a los Huancaruna, los Flores Aquilino, etc. Por primera vez, también, grupos peruanos se internacionalizan y se convierten en verdaderas transnacionales. El problema es que subsisten regímenes de privilegio que impiden una mayor inclusión: solo el 15% de la PEA tiene derechos laborales, el Estado excluye y no ayuda a reducir la pobreza. Eso es lo que hay que señalar, en lugar de negar los cambios.
Fuente: http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2007-10-19/La_ceguera.html