Planeación estratégica y prospectiva son conceptos que se encuentran íntimamente ligados, al punto que muchas veces suele confundírselos entre sí. La causa de esto último se debe a que uno pierde el sentido si no existe el otro.
Al hablar de análisis prospectivo, nos referimos –en pocas palabras- a anticipación. Implica analizar los diferentes caminos que puede asumir el futuro. Este análisis no tiene razón de ser, si luego no se planifica. ¿Para qué intentar conocer los escenarios futuros, si no vamos a hacer nada al respecto?. Si nos limitamos a analizarlo y consideramos que el futuro, y nuestra situación en él, ya están preestablecidos, ¿para qué planificar?.
Los reconocidos expertos en estrategia, Hamel y Prahalad, en su libro, “competing for the future” (1994), refiriéndose a las diferencias entre las empresas que triunfan y las que no, mencionaban lo siguiente: "La conclusión se imponía: Algunos equipos de dirección demostraron un mayor nivel de clarividencia que otros. Algunos llegaron a imaginarse productos, servicios, y sectores enteros de actividad que no existían hasta entonces y se empeñaron en acelerar su nacimiento. De una manera manifiesta, podríamos decir que perdieron poco tiempo en preocuparse sobre el posicionamiento de su empresa con respecto al entorno competitivo existente puesto que su tarea era, precisamente, crear uno nuevo. Otras empresas —las rezagadas— se preocuparon más de la conservación del pasado que de la conquista del futuro"
Aquí reside la importancia que se le confiere a la conjunción de la estrategia con la prospectiva. Vislumbrar el futuro e innovar, ya sea en producto, servicios, procesos o formas de negocios.
Gustavo Adamovsky
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