Por: Mg. Teresa Chara de los Rios
Pochita es una mujer que pasa ya de los cuarenta años de edad, soltera y hasta la fecha solo ha tenido un novio a quien le permitió agarrarla de la mano y darle besos fugaces.
Ella es hija única de madre soltera. Estudió en un colegio de monjas, en el que le inculcaron que la virginidad era un tesoro de todas las jovencitas y que toda señorita decente debería llegar virgen al matrimonio. Como Pochita era muy aplicada se creyó toda esa historia y cerraba las piernas (por si acaso) cada vez que su novio le daba furtivos besos.
Un día el novio de Pochita la abandonó cansado de pedirle la famosa “prueba de amor” que ella siempre prometía dársela el próximo domingo cuando su mamá fuera a misa, pero de tanto esperar ese domingo que nunca llegó, el novio se fue con otra, probablemente porque ésta si le dio la “famosa” prueba de amor.
Fue tanta la pena por el abandono de su novio que a Pochita le vino la “depre” y junto con ella unas ansias locas de comer, especialmente dulces, gaseosas y salchipapas. Al poco tiempo subió tanto de peso que ya parecían dos Pochitas agarradas de las manos. Ella al mirarse al espejo sentía mucha lástima por lo que su imagen reflejaba y lloró amargamente para luego empezar a comer más.
Bien hasta que un día Pochita entró en coraje y le gritó a su mamá que por su culpa ella se iba a quedar a “vestir santos”; que ya nadie se iba a fijar en ella por lo gorda que estaba y que si su novio la había dejado era por tantas recomendaciones que le había hecho de llegar virgen al matrimonio.
Se limpió las lágrimas y prometió que a partir de ese momento su vida cambiaría. Se matriculó en un gimnasio, era la primera en llegar y la última en salir. Sudaba la gota gorda, pero no le importaba porque ella, a como de lugar, tenía que bajar de peso. Se echaba cuanta crema reductora le recomendaban, tomaba pastillas para adelgazar pero decidió dejarlas porque se dio cuenta que le alteraban los nervios y no podía dormir.
Al poco tiempo y después de muchas horas en el gimnasio Pochita adelgazó tanto que la piel le vibraba al caminar, pero estaba feliz, había logrado bajar de peso y sus vestidos de años guardados, al fin le entraban holgadamente.
Al ver su nueva figura, le vino una revolución en las neuronas. Aceptaba invitaciones a cuanta fiesta y pollada había, era la más bailarina de la fiesta, reía escandalosamente, probablemente también un poco, se reía de ella. Hasta que un día en una reunión, conoció a Santiago y desde que lo vio su corazón daba brincos incontrolables. Cuando la miró y le dirigió las palabras Pochita sentía que se derretía. Él muy galante, bien vestido, demostraba tener gran experiencia en los terrenos amatorios y se dio cuenta que Pochita suspiraba por él y que ya no era ninguna jovencita. Después de unos cuantos bailes y miraditas, fue osado en su invitación: La invitó para el día siguiente, a tomar unas copas en su departamento
Pochita esa noche no podía conciliar el sueño, estaba sumamente emocionada y alborotada, pensando que ese sí era el hombre de su vida y que si mañana le pedía “la prueba de amor” no lo pensaría dos veces.
Al día siguiente, muy temprano, recibió la llamada de una amiga que había estado en la reunión de la noche anterior y se dio cuenta del coqueteo de ambos. Le dio una noticia que dejó paralizada y sudando frío a Pochita. El famoso galán era casado, tenía tres hijos dentro del matrimonio y dos fuera de él. Era Congresista y tenía juicios por no querer reconocer a sus hijos.
Pochita lloró amargamente. Se preguntaba por qué la vida había sido tan injusta con ella. Ahora que ya se había animado a dar la “prueba de amor” le tocaba un canalla que negaba la paternidad a sus hijos.
De pronto se dio cuenta que había sido una tonta y que por muchos años había desperdiciado su vida esperando a su “príncipe azul”. Pensó en esos niños no reconocidos. Pensó que ella también formaba parte de esos miles de niños no reconocidos por sus padres. Secó sus lágrimas y se prometió que de ahora en adelante lucharía para que hayan menos niños abandonados por sus padres y que si para eso era necesario entrar a la política, pues lo haría. Esta historia continuará: Pochita entra a la política.
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