La Revolución Verde de los Yachachiqs


Los Yachachiqs en acción. (Fotos: OCSI y La Hora N)

Sin ninguna duda, el arma más poderosa para reducir la pobreza y la extrema pobreza es el crecimiento elevado y sostenido de la economía, complementado con un programa de gasto público (de ampliación de la infraestructura económica y social) que distribuya los beneficios de la expansión a la mayor cantidad posible de personas. Con ello, cada año se puede sacar de esa lamentable situación a miles de sufridos compatriotas

Sin embargo, a veces tales beneficios demoran en llegar a sectores que no se hallan adecuadamente integrados al circuito económico. En casos como ésos, caben las iniciativas especiales y focalizadas, que pueden propiciar rápidos resultados en materia de reducción del problema.

Una de ellas es el programa Juntos, creado en el gobierno del presidente Toledo, mediante el cual se distribuye 100 soles mensuales a las familias de las zonas más pobres. Ciertamente, no se trata de una simple entrega de dinero, pues para tener derecho a éste se debe cumplir ciertos requisitos mínimos, como los de preocuparse por la vacunación de los hijos menores y matricularlos en el colegio. Conlleva, pues, una toma de conciencia en materia de salud y educación.

Sin duda, es una solución de corto plazo, para enfrentar una situación crítica. Pero no es la óptima, pues, como solía decir el propio mandatario, "no se trata de regalar pescado, sino de enseñar a pescar". Por esa razón la entrega de dinero finaliza a los cuatro años, luego de lo cual hay que buscar una alternativa más duradera y real.


Aquí es donde entra a tallar el programa de los Yachachiqs, el cual sí "enseña a pescar". El programa, denominado con esa palabra quechua que significa "portadores del conocimiento", fue creado por el Instituto por una Alternativa Agraria (IAA), con el fin de capacitar a los campesinos más pobres, enseñándoles aproximadamente veinte técnicas básicas para volver productivas y rentables sus pequeñas tierras, permitiéndoles mejorar sustancialmente su dieta alimenticia y obtener excedentes que pueden llevar a los mercados, percibiendo así ingresos muy superiores a los de antes.

Entre las principales técnicas difundidas por el programa se halla el riego por aspersión, que está rompiendo la dependencia de los campesinos hacia el agua de lluvia, y que los sumía en la miseria en épocas de sequía. Para ello se emplea elementos tan simples como una manguera y una pequeña botella de plástico.

Otra técnica consiste en la creación de sencillos pero utilísimos invernaderos artificiales, que les permiten cultivar productos impensables en las grandes alturas de la sierra. Inclusive hortalizas y frutas propias de la costa.


En este sistema, los campesinos capacitados, luego de haber experimentado en su propia tierra los beneficios derivados de los nuevos conocimientos, se convierten en Yachachiqs, encargándose de transmitir lo aprendido a otras diez familias. Así, el programa avanza con un incontenible efecto multiplicador. Ya hay en el país casi 2 mil Yachachiqs, para los cuales, seguramente, no hay nada más gratificante que hacer partícipes a sus paisanos de su propia experiencia de éxito.

El gobierno, al ver los magníficos resultados de esta iniciativa privada, ha entrado a apoyarlo, a través del programa Mi Chacra Productiva, que viene aportando el financiamiento inicial, brindando a los campesinos las semillas y el sencillo equipamiento requerido.

De esa forma, miles de familias de los departamentos más pobres, entre ellos Huancavelica, Ayacucho y Apurímac, están dando una insospechada vida a sus tierras, venciendo las duras condiciones que afectan a éstas. Gracias al programa, y a los interesantes ingresos que vienen obteniendo, no sólo están dejando atrás, de una forma probablemente definitiva, la pobreza, sino que están accediendo, por fin, al mercado, y con ello a dignos y adecuados niveles de vida.

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