Lamentablemente, la esperada concesión del tramo Villa El Salvador-Avenida Grau, del Tren Eléctrico de Lima, fue un completo fracaso. Ayer, ninguno de los seis consorcios que habían quedado precalificados un par de semanas antes presentó los sobres 2 y 3, con las propuestas técnica y económica, respectivamente, razón por la cual el concurso fue declarado desierto.
La noticia, sin duda, es una de las peores del año, habida cuenta del inmenso tiempo que esta obra ya lleva pendiente de terminación, del gran gasto que genera su mantenimiento, y, sobre todo, de la urgencia que tenía Lima de comenzar a contar con un sistema moderno de transporte, que permitiera transformar su caótico, informal y vergonzante sistema actual.
Lamentable, en verdad. De tanto alargar el proceso, la gente de Proinversión, seguramente contagiada por el evidente y muy reprobable desinterés de la Municipalidad de Lima, dejó pasar la mejor época para llevar a cabo el proceso. Cuando decidió hacerlo, presionada por su propia demora e incompetencia, se encontró con un escenario financiero internacional totalmente desfavorable, que afectó a los consorcios postulantes.
Ahora, habrá que reevaluar el proceso, quizá otorgando más garantías y subsidios (con el objeto de animar a los participantes), o quizá reformulándolo totalmente, y planteando rutas mucho más atractivas, que sí sean capaces de generar interés entre los inversionistas privados.
Lo cierto es que, entre una y otra opción a considerar, Lima permanecerá un buen tiempo más sin el anhelado medio de transporte que ya se merecía. Lamentablemente.
La noticia, sin duda, es una de las peores del año, habida cuenta del inmenso tiempo que esta obra ya lleva pendiente de terminación, del gran gasto que genera su mantenimiento, y, sobre todo, de la urgencia que tenía Lima de comenzar a contar con un sistema moderno de transporte, que permitiera transformar su caótico, informal y vergonzante sistema actual.
Lamentable, en verdad. De tanto alargar el proceso, la gente de Proinversión, seguramente contagiada por el evidente y muy reprobable desinterés de la Municipalidad de Lima, dejó pasar la mejor época para llevar a cabo el proceso. Cuando decidió hacerlo, presionada por su propia demora e incompetencia, se encontró con un escenario financiero internacional totalmente desfavorable, que afectó a los consorcios postulantes.
Ahora, habrá que reevaluar el proceso, quizá otorgando más garantías y subsidios (con el objeto de animar a los participantes), o quizá reformulándolo totalmente, y planteando rutas mucho más atractivas, que sí sean capaces de generar interés entre los inversionistas privados.
Lo cierto es que, entre una y otra opción a considerar, Lima permanecerá un buen tiempo más sin el anhelado medio de transporte que ya se merecía. Lamentablemente.