Para un tablista, no podría haber una ola más perfecta que aquella en la que se entrelazan una tabla de surf con una de multiplicar. En el mundo, surfers como Gordon Merchant lo saben perfectamente. En 1973 Merchant tenía 28 años. Vendía trajes de baño en la parte trasera de su carro para seguir practicando su deporte favorito sin pedir dinero prestado. A los 29 fundó la marca Billabong. El resto es historia. Hoy, según la revista "Forbes", Merchant es uno de los hombres más ricos del mundo.
En el Perú, donde están las olas más largas del planeta, existen tablistas como Merchant que desde hace cinco décadas tratan de convertir su hobby en un estilo de vida rentable. Solo por lanzar algunas cifras, el año pasado, los tres principales 'shapers' (fabricantes de tablas) del país facturaron alrededor de US$1 millón, más de la mitad en el extranjero.
Desde que los tablistas peruanos empezaron a ser reconocidos en torneos mundiales de tabla, la industria ha ido masificándose. Si en el 2004 existían cuatro escuelas de tabla, hoy se cuentan unas 60 (más de 50 informales), que estarían movilizando entre US$250.000 y US$750.000, según cifras de la Federación Peruana de Tabla. Y si sumáramos los montos que invierten empresas como Telefónica, Backus, Red Bull o General Motors en auspicios y campañas de publicidad, además de las ventas que generan marcas de ropa como Billabong y Dunkelvolk, podríamos afirmar que se trata de una industria que construye sus primeros millones, tal como lo hizo Merchant hace décadas.
SURFERS Y EMPRESARIOS
Eduardo 'Wayo' Whilar es el último 'shaper' de toda su generación. En 1967 una feroz hepatitis lo conminó a dos meses en cama. Ese día diseñó su primera tabla. En el 2008 exportó tablas por US$21.000, 20 veces más que en el 2007. "En el extranjero la gente prefiere las tablas peruanas. Producimos poco, no como carros chinos". Whilar, así como Rodolfo Klima, de la marca Klímax, y Carlos Echecopar, de la marca Sunset, trabajan con máquinas valoradas entre US$45.000 y US$65.000, que lijan alrededor de 100 tablas al día. Ellos tres señalan que el mercado podría crecer 20% este año.
En el mismo sentido, los representantes de Billabong y Dunkelvolk, Max de la Rosa y Dieter Zúñiga, son tablistas que están transformando sus marcas en tiendas por departamento.
Para enfrentar la crisis, Whilar y Klímax apuestan ahora por productos de menor precio, para llegar así a más mercados.
En el Perú, donde están las olas más largas del planeta, existen tablistas como Merchant que desde hace cinco décadas tratan de convertir su hobby en un estilo de vida rentable. Solo por lanzar algunas cifras, el año pasado, los tres principales 'shapers' (fabricantes de tablas) del país facturaron alrededor de US$1 millón, más de la mitad en el extranjero.
Desde que los tablistas peruanos empezaron a ser reconocidos en torneos mundiales de tabla, la industria ha ido masificándose. Si en el 2004 existían cuatro escuelas de tabla, hoy se cuentan unas 60 (más de 50 informales), que estarían movilizando entre US$250.000 y US$750.000, según cifras de la Federación Peruana de Tabla. Y si sumáramos los montos que invierten empresas como Telefónica, Backus, Red Bull o General Motors en auspicios y campañas de publicidad, además de las ventas que generan marcas de ropa como Billabong y Dunkelvolk, podríamos afirmar que se trata de una industria que construye sus primeros millones, tal como lo hizo Merchant hace décadas.
SURFERS Y EMPRESARIOS
Eduardo 'Wayo' Whilar es el último 'shaper' de toda su generación. En 1967 una feroz hepatitis lo conminó a dos meses en cama. Ese día diseñó su primera tabla. En el 2008 exportó tablas por US$21.000, 20 veces más que en el 2007. "En el extranjero la gente prefiere las tablas peruanas. Producimos poco, no como carros chinos". Whilar, así como Rodolfo Klima, de la marca Klímax, y Carlos Echecopar, de la marca Sunset, trabajan con máquinas valoradas entre US$45.000 y US$65.000, que lijan alrededor de 100 tablas al día. Ellos tres señalan que el mercado podría crecer 20% este año.
En el mismo sentido, los representantes de Billabong y Dunkelvolk, Max de la Rosa y Dieter Zúñiga, son tablistas que están transformando sus marcas en tiendas por departamento.
Para enfrentar la crisis, Whilar y Klímax apuestan ahora por productos de menor precio, para llegar así a más mercados.
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