Manejaba de regreso de la playa. Delante de mí, un bus avanzaba por el carril izquierdo. ¡Bruscamente, ese bus se abrió a su derecha y me dejó frente a un auto que venía en contra del sentido del tránsito en la autopista! Chocamos.
Para hacer el cuento corto de esto que pasó hace años, quedé atrapada tres horas dentro del auto, con varios huesos rotos y una gran angustia. Así las cosas, alguien que llegó acompañando a unos amigos que acudieron en mi auxilio me propuso hacer un "análisis de situación". ¡Como comprenderán, era lo último que quería hacer! Mi situación era mala y mi ánimo, peor. Sin embargo, esta persona me fue llevando a entender mi situación bajo otra óptica: sí, mi auto estaba deshecho, pero tenía seguro. Sí, estaba herida, pero los huesos sueldan y mi cara no estaba desfigurada. Sí, estaba atrapada entre fierros, pero mi hija, que iba en el asiento del copiloto, estaba ilesa. Logré captar lo que me trataba de hacer ver, algo cambió en mí y pasé a sentirme afortunada. Honestamente afortunada. La perspectiva que esta persona me brindó no cambió mi situación, pero sí mi actitud. ¡Y fue tan valiosa esa ayuda! La recuperación fue lenta y dura, pero la nueva perspectiva que me dio ese desconocido me permitió valorar lo importante de toda esa situación: mi hija estaba viva y bien y así todo se hacía mucho más tolerable.
Cambiar la perspectiva. Mirar con otra visión. Cambiar de actitud. Suena fácil, pero todos sabemos que no lo es. Sin embargo, en situaciones difíciles la actitud con la que escogemos enfrentar el problema termina definiéndolo. Y si bien sabemos que es así, no siempre tomamos control de nuestras actitudes. Lo vemos en quienes pierden su trabajo, una de las experiencias más difíciles de adulto. Quienes, luego de pasado el natural período de duelo, siguen estancados en lo perdido, rumiando su desesperanza, demoran más en recolocarse que quienes escuchan a los que tienen experiencia, se preparan para el nuevo mercado laboral, cambian su actitud de ex empleados a empleables, y se concentran en descubrir oportunidades escondidas, que siempre existen.
Creo que las situaciones difíciles nos dan la oportunidad de definir de qué madera estamos hechos. Nos dan la oportunidad de probar nuestra identidad y valores reales, más allá de la imagen que creemos tener. Y pueden cambiar el rumbo de nuestras vidas. Sin embargo, muchas veces nosotros solos no podemos ver las cosas de una manera diferente. Es el rol del líder, del amigo, la pareja, del 'coach' o del experto, ayudarnos a entender otras perspectivas de una misma situación. Pero aceptarlas y actuar sobre ellas es nuestro gran reto personal.
Nunca he conocido a nadie que le salgan las cosas bien en medio de su mala actitud o su falta de fe en un resultado mejor. Las profecías son siempre autocumplidas. Uno obtiene lo que se programa a obtener y trabaja duro para lograrlo, o no. Es más, tantos años siendo testigo de cómo la gente labra su suerte a consecuencia de su actitud, de su voluntad de dejarse ayudar y de su empeño por salir adelante me confirman que la actitud define el éxito: ¡Uno no puede cambiar la cara que tiene, pero sí la cara que pone!
Para hacer el cuento corto de esto que pasó hace años, quedé atrapada tres horas dentro del auto, con varios huesos rotos y una gran angustia. Así las cosas, alguien que llegó acompañando a unos amigos que acudieron en mi auxilio me propuso hacer un "análisis de situación". ¡Como comprenderán, era lo último que quería hacer! Mi situación era mala y mi ánimo, peor. Sin embargo, esta persona me fue llevando a entender mi situación bajo otra óptica: sí, mi auto estaba deshecho, pero tenía seguro. Sí, estaba herida, pero los huesos sueldan y mi cara no estaba desfigurada. Sí, estaba atrapada entre fierros, pero mi hija, que iba en el asiento del copiloto, estaba ilesa. Logré captar lo que me trataba de hacer ver, algo cambió en mí y pasé a sentirme afortunada. Honestamente afortunada. La perspectiva que esta persona me brindó no cambió mi situación, pero sí mi actitud. ¡Y fue tan valiosa esa ayuda! La recuperación fue lenta y dura, pero la nueva perspectiva que me dio ese desconocido me permitió valorar lo importante de toda esa situación: mi hija estaba viva y bien y así todo se hacía mucho más tolerable.
Cambiar la perspectiva. Mirar con otra visión. Cambiar de actitud. Suena fácil, pero todos sabemos que no lo es. Sin embargo, en situaciones difíciles la actitud con la que escogemos enfrentar el problema termina definiéndolo. Y si bien sabemos que es así, no siempre tomamos control de nuestras actitudes. Lo vemos en quienes pierden su trabajo, una de las experiencias más difíciles de adulto. Quienes, luego de pasado el natural período de duelo, siguen estancados en lo perdido, rumiando su desesperanza, demoran más en recolocarse que quienes escuchan a los que tienen experiencia, se preparan para el nuevo mercado laboral, cambian su actitud de ex empleados a empleables, y se concentran en descubrir oportunidades escondidas, que siempre existen.
Creo que las situaciones difíciles nos dan la oportunidad de definir de qué madera estamos hechos. Nos dan la oportunidad de probar nuestra identidad y valores reales, más allá de la imagen que creemos tener. Y pueden cambiar el rumbo de nuestras vidas. Sin embargo, muchas veces nosotros solos no podemos ver las cosas de una manera diferente. Es el rol del líder, del amigo, la pareja, del 'coach' o del experto, ayudarnos a entender otras perspectivas de una misma situación. Pero aceptarlas y actuar sobre ellas es nuestro gran reto personal.
Nunca he conocido a nadie que le salgan las cosas bien en medio de su mala actitud o su falta de fe en un resultado mejor. Las profecías son siempre autocumplidas. Uno obtiene lo que se programa a obtener y trabaja duro para lograrlo, o no. Es más, tantos años siendo testigo de cómo la gente labra su suerte a consecuencia de su actitud, de su voluntad de dejarse ayudar y de su empeño por salir adelante me confirman que la actitud define el éxito: ¡Uno no puede cambiar la cara que tiene, pero sí la cara que pone!
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