Les acerco una interesante nota que escribió Mariano Pantenetti especialmente para el blog.
Quizá han notado (o sufrido), en algún momento, (casi siempre urgente) cuando han necesitado sentarse en un bar para hacer algún trabajo urgente, o ingresar Wi Fi a su Notebook, que todos los asientos estaban ocupados, incluso aquellos donde quien los usa no tiene frente a sí ninguna consumición que justifique el uso de las instalaciones, o en su defecto, quedan sobre la mesa los restos de un magro café que a las claras fue bebido cuanto menos hace unas largas horas.
El dilema del polizón trata el usufructo de los bienes públicos por parte de individuos que hacen uso de los mismos ya sea por sobre la parte equitativa que les corresponde según lo pagado o esquivando la parte del costo que les toca.
Si bien en el caso que se plantea en el primer párrafo, estamos, claramente, analizando un bien privado, el uso que se le da al tiempo sobre el que se dispone el servicio parecería poder analizarse desde la perspectiva del problema del polizón.
La existencia de polizones lleva indefectiblemente a una pérdida de productividad, ya que muchos mas individuos se “nutren” de un bien pensado originalmente para un número menor de participantes.
Se realiza un uso excesivo de la propiedad común.
Tratando de ser Pareto eficientes, es que me planteo hasta donde la comodidad de quién ha ocupado primero la silla no atenta contra la comodidad de quien llega segundo y (pasado un tiempo lógico) comienza a pagar el costo de la incomodidad.
Buscar otro bar también presenta un costo para quién llegó segundo.
Estos costos, tarde o temprano se trasladan al dueño del establecimiento, ya que alertado el cliente de esta situación seguramente buscará un bar libre, evitando de manera eficiente ser el segundo lugar.
Buscar un equilibrio representa entonces una probable mejora en el resultado de cualquier situación que se presente como eficiente en términos de Pareto, donde la mejora de uno de los agente, no es posible sin perjudicar al otro. Es decir una situación óptima desde el punto de vista de la utilidad.
Poniéndonos en la piel de quién debe administrar un bar, restaurante o similar, cabe preguntarnos hasta que punto es eficiente dar libre albedrío a quién decide ocupar una mesa por un largo período de tiempo, tal que otras personas con ánimo de consumir son alejadas del lugar o simplemente no ingresan.
¿Son estos primeros considerados polizones?
Podría argumentarse que los primeros quizá presente rentabilidad en el largo plazo (son clientes de la casa), mientras que los segundos solo presentan consumo ocasional y es difícil cuantificar su ingreso a perpetuidad.
Algunos retailers como Havanna café parecen haberse dado cuenta de esto y entregan un servicio limitado (en tiempo) de Wi Fi, lo que obliga al comenzar a seguir consumiendo productos por más tiempo o simplemente marcharse.
Esto no limita el tiempo de quienes leen todo el diario, todas las revistas, reciben visitas y hacen del café su oficina, por la módica suma de aproximadamente diez pesos las 6hs.
Sobre esta situación, parecen tener mayor experiencia los restaurantes que los bares, muchas veces expertos en echar a los clientes que se disponen a la sobre mesa.
Creo que estamos ante un nuevo consumidor y una nueva manera de entregar servicio, por lo que no veo una respuesta clara al dilema planteado.
Por ello lo mejor parece en esta primer instancia realizar algunos ejercicios de prueba, analizar, pensar tratando de no descuidar al cliente por sobre todas las cosas. Pero ¿a cuál? Al que hace dos horas está con su café y el diario o al que espera.
Mariano Pantanetti
Quizá han notado (o sufrido), en algún momento, (casi siempre urgente) cuando han necesitado sentarse en un bar para hacer algún trabajo urgente, o ingresar Wi Fi a su Notebook, que todos los asientos estaban ocupados, incluso aquellos donde quien los usa no tiene frente a sí ninguna consumición que justifique el uso de las instalaciones, o en su defecto, quedan sobre la mesa los restos de un magro café que a las claras fue bebido cuanto menos hace unas largas horas.
El dilema del polizón trata el usufructo de los bienes públicos por parte de individuos que hacen uso de los mismos ya sea por sobre la parte equitativa que les corresponde según lo pagado o esquivando la parte del costo que les toca.
Si bien en el caso que se plantea en el primer párrafo, estamos, claramente, analizando un bien privado, el uso que se le da al tiempo sobre el que se dispone el servicio parecería poder analizarse desde la perspectiva del problema del polizón.
La existencia de polizones lleva indefectiblemente a una pérdida de productividad, ya que muchos mas individuos se “nutren” de un bien pensado originalmente para un número menor de participantes.
Se realiza un uso excesivo de la propiedad común.
Tratando de ser Pareto eficientes, es que me planteo hasta donde la comodidad de quién ha ocupado primero la silla no atenta contra la comodidad de quien llega segundo y (pasado un tiempo lógico) comienza a pagar el costo de la incomodidad.
Buscar otro bar también presenta un costo para quién llegó segundo.
Estos costos, tarde o temprano se trasladan al dueño del establecimiento, ya que alertado el cliente de esta situación seguramente buscará un bar libre, evitando de manera eficiente ser el segundo lugar.
Buscar un equilibrio representa entonces una probable mejora en el resultado de cualquier situación que se presente como eficiente en términos de Pareto, donde la mejora de uno de los agente, no es posible sin perjudicar al otro. Es decir una situación óptima desde el punto de vista de la utilidad.
Poniéndonos en la piel de quién debe administrar un bar, restaurante o similar, cabe preguntarnos hasta que punto es eficiente dar libre albedrío a quién decide ocupar una mesa por un largo período de tiempo, tal que otras personas con ánimo de consumir son alejadas del lugar o simplemente no ingresan.
¿Son estos primeros considerados polizones?
Podría argumentarse que los primeros quizá presente rentabilidad en el largo plazo (son clientes de la casa), mientras que los segundos solo presentan consumo ocasional y es difícil cuantificar su ingreso a perpetuidad.
Algunos retailers como Havanna café parecen haberse dado cuenta de esto y entregan un servicio limitado (en tiempo) de Wi Fi, lo que obliga al comenzar a seguir consumiendo productos por más tiempo o simplemente marcharse.
Esto no limita el tiempo de quienes leen todo el diario, todas las revistas, reciben visitas y hacen del café su oficina, por la módica suma de aproximadamente diez pesos las 6hs.
Sobre esta situación, parecen tener mayor experiencia los restaurantes que los bares, muchas veces expertos en echar a los clientes que se disponen a la sobre mesa.
Creo que estamos ante un nuevo consumidor y una nueva manera de entregar servicio, por lo que no veo una respuesta clara al dilema planteado.
Por ello lo mejor parece en esta primer instancia realizar algunos ejercicios de prueba, analizar, pensar tratando de no descuidar al cliente por sobre todas las cosas. Pero ¿a cuál? Al que hace dos horas está con su café y el diario o al que espera.
Mariano Pantanetti