Todo queda listo. La torta, los bocaditos, las invitaciones y, claro, el vestido. El traje turquesa que acaba de elegir entre decenas de modelos que le mostró la vendedora calza perfecto en su cuerpo adolescente. Los nervios envuelven la coquetería demostrada ante el espejo y Stephanie deja escapar un pequeño grito de alegría. Hace ocho meses no tenía pensado celebrar su quinceañero. En su casa de San Juan de Miraflores, el dinero estaba tan ausente como el cariño materno; lo que sobraba era los golpes y gritos del padre alcohólico. Cumplir 15 significa ahora saber que esa etapa quedó atrás. Todo terminó cuando su abuela enferma le propuso sacarla de casa y llevarla a un albergue. Stephanie aceptó a cambio de que su hermano de 12 años viniera con ella. "No quería que él siguiera soportando eso".
Carla, como llamaremos a otra de las menores que está eligiendo su vestido de quinceañera, nos cuenta que también pidió llevarse a su hermano cuando una asistenta social del Inabif la buscó en su colegio. No hay vergüenza en su voz cuando empieza a narrar el motivo de su internamiento. Su locuacidad va a la par con el rápido ojear de los trajes que le enseña la modista y una leve pausa rompe la persecución de palabras: Carla extrae de su mente la aberrante noche en la que su propio padre y dos amigos de este la violaron. En realidad fueron dos años de silencio, y quizá hubieran sido más si una de sus profesoras no sospecha algo. Huérfana de madre, hasta ahora cree que ese sujeto que decía llamarse padre era sincero cuando decía que no tenía dinero para comprar otra cama y por eso debía dormir junto a ella y su hermanito.
--Pero ahora está preso. Toditos están presos ¿Este vestido estará bien?
Para Carla, cumplir años es ponerse una sonrisa, hacer un moño con el pasado y correr feliz a la sesión de fotos. La celebración del pase de niña a mujer tiene otro significado para estas adolescentes que fueron tempranamente arrancadas de los juegos. Stephanie, Carla y cuatro compañeras más del hogar San Miguel Arcángel cumplen 15 años y su actual hogar, el Inabif, decidió festejar.
REDESCUBRIRSE
Durante tres horas, las menores alborotan el centro comercial El Balcón de la Novia, en la avenida Abancay. Es Cecilia Adrianzén, la directora del albergue, quien ha logrado convocar a diversas empresas e instituciones para organizar la fiesta inolvidable. Con los vestidos y zapatos escogidos, las adolescentes abordan una combi y se dirigen al salón del estilista Marco Antonio, quien aceptó gustoso darles el 'look' de reinas que merecen. Es la primera vez que Adela se maquillará. "¡Ay, chica, qué vergüenza!", dice tapándose la cara. Para ellas, cumplir 15 es descubrir que pueden brillar.
Las muchachas cierran los ojos con timidez y dejan que sus cabellos pasen por el peine y las tijeras. Las sombras, labiales y rubor juegan en sus rostros hasta que los enormes espejos les muestran el trabajo final. Están gratamente sorprendidas, pero la sonrisa no se dibuja fácil en ellas. En un hogar donde el almuerzo es el mismo para 73 niños, las camas y almohadas tienen los mismos diseños, las ropas se compran por docenas y los consejos se dan en grupo, resulta desconcertante sentirse única. La primera en ver su nueva imagen es Rosa Llataco, la niña que acaba de obtener tres medallas al representar a nuestro país en las Olimpiadas Especiales de China. Sus padres la abandonaron a los 6 años, pero tiene un padrino que la quiere y festeja cada logro. Él ha prometido no faltar a la fiesta
Tres de la tarde. Ahora sí todo está listo para que las señoritas sean presentadas en sociedad, en su nueva sociedad. Los familiares --las tutoras y compañeritos del hogar-- van llegando al salón de recepciones en que se ha transformado el patio del albergue con ayuda de un toldo y arbustos decorados con cinta de agua. Tocan el timbre, son los amigos y vecinos --unos 300 niños y niñas de los otros 13 albergues del Inabif-- que ingresan con sus mejores galas: jeans y camisas de franela.
SORPRESA INOPORTUNA
Las adolescentes entran a cambiarse en sus cuartos. Todas menos Stephanie. Luego de cinco años de ausencia, su madre se enteró de la fiesta y apareció con el cabello teñido, enfundada en jeans y con nueva pareja. "No es que no haya intentado llevármela antes, su padre no quería. Ahora que he regresado pediré al juzgado la custodia", se excusa. La abuela paterna ve la escena, aparta a la madre y amenaza a la niña: "Tu papá la va a agarrar a golpes por aparecerse recién". Stephanie llora. Las tutoras del albergue la consuelan: "No, no llores. Hoy debes brillar. No le pasará nada a tu mamá. No llores que se corre el maquillaje". Cumplir 15 años también significa olvidarse de la palabra rencor.
El maestro de ceremonias da la voz inicial y Stephanie, ya repuesta, es la primera de la fila en ingresar al patio, ataviada y bañada en perfume. El aplauso vivaz de los chiquillos de los hogares San Antonio y Arco Iris ensordece tanto como el marco musical de la orquesta de la Policía Nacional. No hay escaleras que descender, pero al final del patio las esperan doce jóvenes de Servicios Especiales Gruse. El cruce de espadas es un momento esperado. Ocho cadetes de la Escuela de Suboficiales también se han hecho presentes: a falta de adolescentes varones en el albergue, hay que hacer de chambelanes. Uno de ellos luce emocionado. Es Renzo Orihuela, cadete de segundo año que hasta los 18 años también fue acogido por el Inabif. Los jóvenes asumen la posta de los padres y bailan con ellas el primer vals. El rubor se adueña de las quinceañeras. "Es que nunca he tenido tanta gente mirándome... y no sé bailar", dice Ericka. Igual sale airosa.
"Gracias a todos a la tutora, el maquillaje, el vestido a mi madrina, que ha venido a verme Ya se me olvidó lo demás". Igual los presentes aplauden a Graciela, la seleccionada para decir unas palabras. Después del brindis, la fiesta se desata al son de "El embrujo" y "El arbolito" y los niños se despegan de sus asientos para sacar a bailar a las tutoras. Las quinceañeras abandonan los zapatos de taco alto y bailan con los cadetes. Los familiares, amigos y vecinos de su nueva sociedad comparten el festejo. La rutina al interior de aquellas paredes que se esfuerzan por parecer un verdadero hogar ha quedado de lado. Son las reinas del lugar y apenas tienen 15 años. Eso es lo que importa.
Carla, como llamaremos a otra de las menores que está eligiendo su vestido de quinceañera, nos cuenta que también pidió llevarse a su hermano cuando una asistenta social del Inabif la buscó en su colegio. No hay vergüenza en su voz cuando empieza a narrar el motivo de su internamiento. Su locuacidad va a la par con el rápido ojear de los trajes que le enseña la modista y una leve pausa rompe la persecución de palabras: Carla extrae de su mente la aberrante noche en la que su propio padre y dos amigos de este la violaron. En realidad fueron dos años de silencio, y quizá hubieran sido más si una de sus profesoras no sospecha algo. Huérfana de madre, hasta ahora cree que ese sujeto que decía llamarse padre era sincero cuando decía que no tenía dinero para comprar otra cama y por eso debía dormir junto a ella y su hermanito.
--Pero ahora está preso. Toditos están presos ¿Este vestido estará bien?
Para Carla, cumplir años es ponerse una sonrisa, hacer un moño con el pasado y correr feliz a la sesión de fotos. La celebración del pase de niña a mujer tiene otro significado para estas adolescentes que fueron tempranamente arrancadas de los juegos. Stephanie, Carla y cuatro compañeras más del hogar San Miguel Arcángel cumplen 15 años y su actual hogar, el Inabif, decidió festejar.
REDESCUBRIRSE
Durante tres horas, las menores alborotan el centro comercial El Balcón de la Novia, en la avenida Abancay. Es Cecilia Adrianzén, la directora del albergue, quien ha logrado convocar a diversas empresas e instituciones para organizar la fiesta inolvidable. Con los vestidos y zapatos escogidos, las adolescentes abordan una combi y se dirigen al salón del estilista Marco Antonio, quien aceptó gustoso darles el 'look' de reinas que merecen. Es la primera vez que Adela se maquillará. "¡Ay, chica, qué vergüenza!", dice tapándose la cara. Para ellas, cumplir 15 es descubrir que pueden brillar.
Las muchachas cierran los ojos con timidez y dejan que sus cabellos pasen por el peine y las tijeras. Las sombras, labiales y rubor juegan en sus rostros hasta que los enormes espejos les muestran el trabajo final. Están gratamente sorprendidas, pero la sonrisa no se dibuja fácil en ellas. En un hogar donde el almuerzo es el mismo para 73 niños, las camas y almohadas tienen los mismos diseños, las ropas se compran por docenas y los consejos se dan en grupo, resulta desconcertante sentirse única. La primera en ver su nueva imagen es Rosa Llataco, la niña que acaba de obtener tres medallas al representar a nuestro país en las Olimpiadas Especiales de China. Sus padres la abandonaron a los 6 años, pero tiene un padrino que la quiere y festeja cada logro. Él ha prometido no faltar a la fiesta
Tres de la tarde. Ahora sí todo está listo para que las señoritas sean presentadas en sociedad, en su nueva sociedad. Los familiares --las tutoras y compañeritos del hogar-- van llegando al salón de recepciones en que se ha transformado el patio del albergue con ayuda de un toldo y arbustos decorados con cinta de agua. Tocan el timbre, son los amigos y vecinos --unos 300 niños y niñas de los otros 13 albergues del Inabif-- que ingresan con sus mejores galas: jeans y camisas de franela.
SORPRESA INOPORTUNA
Las adolescentes entran a cambiarse en sus cuartos. Todas menos Stephanie. Luego de cinco años de ausencia, su madre se enteró de la fiesta y apareció con el cabello teñido, enfundada en jeans y con nueva pareja. "No es que no haya intentado llevármela antes, su padre no quería. Ahora que he regresado pediré al juzgado la custodia", se excusa. La abuela paterna ve la escena, aparta a la madre y amenaza a la niña: "Tu papá la va a agarrar a golpes por aparecerse recién". Stephanie llora. Las tutoras del albergue la consuelan: "No, no llores. Hoy debes brillar. No le pasará nada a tu mamá. No llores que se corre el maquillaje". Cumplir 15 años también significa olvidarse de la palabra rencor.
El maestro de ceremonias da la voz inicial y Stephanie, ya repuesta, es la primera de la fila en ingresar al patio, ataviada y bañada en perfume. El aplauso vivaz de los chiquillos de los hogares San Antonio y Arco Iris ensordece tanto como el marco musical de la orquesta de la Policía Nacional. No hay escaleras que descender, pero al final del patio las esperan doce jóvenes de Servicios Especiales Gruse. El cruce de espadas es un momento esperado. Ocho cadetes de la Escuela de Suboficiales también se han hecho presentes: a falta de adolescentes varones en el albergue, hay que hacer de chambelanes. Uno de ellos luce emocionado. Es Renzo Orihuela, cadete de segundo año que hasta los 18 años también fue acogido por el Inabif. Los jóvenes asumen la posta de los padres y bailan con ellas el primer vals. El rubor se adueña de las quinceañeras. "Es que nunca he tenido tanta gente mirándome... y no sé bailar", dice Ericka. Igual sale airosa.
"Gracias a todos a la tutora, el maquillaje, el vestido a mi madrina, que ha venido a verme Ya se me olvidó lo demás". Igual los presentes aplauden a Graciela, la seleccionada para decir unas palabras. Después del brindis, la fiesta se desata al son de "El embrujo" y "El arbolito" y los niños se despegan de sus asientos para sacar a bailar a las tutoras. Las quinceañeras abandonan los zapatos de taco alto y bailan con los cadetes. Los familiares, amigos y vecinos de su nueva sociedad comparten el festejo. La rutina al interior de aquellas paredes que se esfuerzan por parecer un verdadero hogar ha quedado de lado. Son las reinas del lugar y apenas tienen 15 años. Eso es lo que importa.
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ME PARACE GENIAL, QUE ENTRE TANTA DESGRACIA Y SUFRIMIENTO, EL INABIF, LES PONGA ILUSIÓN EN SUS VIDAS DESTROZADAS A ESTAS PEQUEÑAS SEÑORITAS,Y QUE AUNQUE LA MENTE NUNCA BORRA LOS ABUSOS, AL MENOS POR UN DÍA FUERON PRINCESAS Y BRILLARON CON LUZ PROPIA.
ResponderBorrar¡FELICIDADES POR LA INICIATIVA! Y POR SUPUESTO A ELLAS POR SUS 15 AÑOS,NO OLVIDEIS QUE LA VIDA CONTINUA Y CON LA BENDICION DE DIOS, LAS HERIDAS CIERRAN.
felicito a la gente q trabaja en el inabif por celebrar los 15 años de las señoritas q apesar de tantas desgracias q han vivido tienen un dia lleno de ilusion y alegria.Sigan dando amor y proteccion .
ResponderBorrarFelicito de corazón esta loable iniciativa promovida por el INABIF, a fin de darles paz, amor y uno de los mejors recuerdos de sus vidas a estas señoritas, quienes -con este evento- descubrieron que la vida también tiene mucho de bello. Fuerza para ellas y mis sinceras felicitaciones para esta institución.
ResponderBorraryo noooooooooooooooooooo
ResponderBorrarfelicidades me parace muy bien eso ya q yo voy a selebrar mis 15 años esta historia no se me olvidara felicidades a esas chicas
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