"Un viejo dicho popular afirma que las comparaciones son odiosas, pero que es necesario hacerlas. Eso es lo que le ocurre a la economía colombiana, que viene de concluir su tercer año de buen crecimiento, registrando la expansión más amplia de las últimas tres décadas. Pero si las autoridades nacionales tienen motivo para enorgullecerse, hay otras latitudes en donde también sacan pecho. Tal es el caso del Perú, que tuvo en el 2007 uno de los mejores períodos de su historia reciente, con un crecimiento de 8,99 por ciento, entre los más altos de América Latina. Y eso no es todo. Gracias a un ciclo de buenas cifras que ya completa un lustro de duración, los peruanos tienen fortalezas que les auguran mayor prosperidad futura: un saldo fiscal positivo, baja inflación, una moneda poco revaluada y un buen superávit en la balanza comercial. Como si eso fuera poco, la ratificación del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos puede venir acompañada de una expansión de la capacidad productiva, alimentada por fuertes volúmenes de inversión extranjera.
Todo esto ocurre, a pesar de que la turbulencia política que ha caracterizado a este territorio, de 27 millones de habitantes, sigue siendo la constante y no la excepción. Pero tanto el anterior mandatario, Alejandro Toledo, como el actual, Alan García, han logrado mantener el ritmo de las reformas, más allá de contar con poco apoyo en las encuestas, para no hablar de una franca impopularidad. Dicho de otra manera, los encendidos debates que, de cuando en cuando, ocurren en el Congreso en Lima, no han afectado a la comunidad de negocios.
Como es normal en estos casos, los académicos debaten intensamente cuáles son las causas de lo sucedido. Y aunque en este tema hay varias explicaciones, existen dos que vale la pena tener en cuenta. La primera es la capacidad de generar cadenas de valor, tal como lo ha demostrado lo ocurrido con la producción textil y de confecciones que se ha apoyado en los cultivos de algodón de fibra larga, así como en la presencia de insumos de origen animal como la lana de alpaca. Aunque el desarrollo de los convenios entre agricultores e industriales ha tenido desencuentros, lo cierto es que ambos sectores han podido entender que son variables en una misma ecuación. Como consecuencia, las exportaciones han venido aumentando en forma continua, con presencia creciente tanto en Colombia y en mercados grandes como el norteamericano, en donde han podido sortear la competencia de prendas manufacturadas en Asia. Así las cosas, las ventas de tela y ropa llegaron a casi 1.700 millones de dólares en el 2007.
Pero quizás el desarrollo más impresionante de todos es el minero. Gracias a tres productos: cobre, oro y zinc, además de plata o estaño, Perú logró multiplicar por más de cinco sus ventas de productos primarios entre el 2000 y el 2007, llegando a 16.915 millones de dólares el año pasado. En todo este esquema ha resultado clave un buen escenario de precios internacionales, pero los observadores dicen que la existencia de reglas de juego claras fueron definitivas para atraer las inversiones que eran necesarias en un territorio con ricos yacimientos. Y si bien la bonanza en este campo ha estimulado el crecimiento de la demanda interna, que ha producido también la preocupación de las autoridades, las medidas de control han sido relativamente tímidas. De hecho el Gobierno ha tenido espacio para adelantar un ambicioso programa de inversiones públicas, orientado a mejorar la infraestructura y cerrar una brecha social que sigue siendo grande.
Más allá de las particularidades de cada país, semejante tránsito debería ser examinado en Colombia. La razón es que hay mucho espacio para aprender del éxito peruano, tanto por parte de las autoridades, como del sector privado. Algunos escépticos dirán que eso no es posible, pero dichas voces suenan parecidas a las que ignoraron la experiencia chilena en su momento, un país que también se parecía a Colombia a comienzos de los setenta."
Todo esto ocurre, a pesar de que la turbulencia política que ha caracterizado a este territorio, de 27 millones de habitantes, sigue siendo la constante y no la excepción. Pero tanto el anterior mandatario, Alejandro Toledo, como el actual, Alan García, han logrado mantener el ritmo de las reformas, más allá de contar con poco apoyo en las encuestas, para no hablar de una franca impopularidad. Dicho de otra manera, los encendidos debates que, de cuando en cuando, ocurren en el Congreso en Lima, no han afectado a la comunidad de negocios.
Como es normal en estos casos, los académicos debaten intensamente cuáles son las causas de lo sucedido. Y aunque en este tema hay varias explicaciones, existen dos que vale la pena tener en cuenta. La primera es la capacidad de generar cadenas de valor, tal como lo ha demostrado lo ocurrido con la producción textil y de confecciones que se ha apoyado en los cultivos de algodón de fibra larga, así como en la presencia de insumos de origen animal como la lana de alpaca. Aunque el desarrollo de los convenios entre agricultores e industriales ha tenido desencuentros, lo cierto es que ambos sectores han podido entender que son variables en una misma ecuación. Como consecuencia, las exportaciones han venido aumentando en forma continua, con presencia creciente tanto en Colombia y en mercados grandes como el norteamericano, en donde han podido sortear la competencia de prendas manufacturadas en Asia. Así las cosas, las ventas de tela y ropa llegaron a casi 1.700 millones de dólares en el 2007.
Pero quizás el desarrollo más impresionante de todos es el minero. Gracias a tres productos: cobre, oro y zinc, además de plata o estaño, Perú logró multiplicar por más de cinco sus ventas de productos primarios entre el 2000 y el 2007, llegando a 16.915 millones de dólares el año pasado. En todo este esquema ha resultado clave un buen escenario de precios internacionales, pero los observadores dicen que la existencia de reglas de juego claras fueron definitivas para atraer las inversiones que eran necesarias en un territorio con ricos yacimientos. Y si bien la bonanza en este campo ha estimulado el crecimiento de la demanda interna, que ha producido también la preocupación de las autoridades, las medidas de control han sido relativamente tímidas. De hecho el Gobierno ha tenido espacio para adelantar un ambicioso programa de inversiones públicas, orientado a mejorar la infraestructura y cerrar una brecha social que sigue siendo grande.
Más allá de las particularidades de cada país, semejante tránsito debería ser examinado en Colombia. La razón es que hay mucho espacio para aprender del éxito peruano, tanto por parte de las autoridades, como del sector privado. Algunos escépticos dirán que eso no es posible, pero dichas voces suenan parecidas a las que ignoraron la experiencia chilena en su momento, un país que también se parecía a Colombia a comienzos de los setenta."
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