Hay historias que nacen de la realidad, crecen con la ficción y ahí se quedan. Otras, vuelven de la ficción a la cotidianidad del día a día para inquietarnos con sus finales, felices o no, que guardan relación con el papel que cada cual protagoniza en esta realidad real que es la vida.
Inmigrante a palos no es una, sino siete historias de éstas que nos hacen pensar sobre las múltiples posibilidades que nos depara el destino. Lógicamente, los textos tienen un público «objetivo», aquel que ha volado sobre océanos para cruzar continentes con el fin de buscarse una oportunidad mejor de la que su país y las circunstancias fueron capaces de ofrecerle. Sin embargo, quienes no hayan vivido el exilio tendrán la ocasión de conocer, por medio de la lectura, que no todo es color de rosa fuera del país, específicamente del Perú, y que, aquí o más allá, vivir significa plantar cara a la adversidad para realizar un sueño.
De todos los textos aquí presentados, «Avancen atrás» es más concebida como una ficción, ya que el autor traslada una realidad peruana —las combis y los choferes— a Suecia. Pensar en que un «apacible» y «ordenado» sueco se suba a una «combi de la muerte» y baje con el pie derecho para no caerse de bruces sobre el pavimento ya es una ficción que a más de uno ocasionaría una mezcla de hilaridad y vergüenza ajena. Exportar las «malas costumbres» no es precisamente lo que plantea el neoliberalismo, pero sí trae, como daño colateral, la globalización. Luis Miguel Bracamonte toca aquí el tema de la imagen del peruano en el exterior, y lo hace con una visión casi futurista, al menos en Suecia, por lo pronto. Un vaticinio inesperable.
El autor refleja un tema muy personal en «El hombre que no quería morir». La huella del padre «inmortal» hace de éste un texto sentimental y de protesta ante los planteamientos de la economía —el no asistir a un enfermo anciano por «recorte presupuestario»— frente a las razones humanas. Para entender este relato (aunque también los otros), uno tiene que encarnarse en el personaje y seguirlo en el periplo de la familia que lucha por devolverlo a la vida, en esa latente incertidumbre en que uno se encuentra ante la evolución de un pariente querido y enfermo.
«Inmigrante a palos», cuento que da título al libro, es la conexión entre este volumen y Nos vemos en Suecia, editado también por Rentería Editores, en el año 2003, y que ha tenido buena acogida.
De los otros textos hay mucho que decir, pero resumiremos diciendo que son, en conjunto, una muestra de que la literatura peruana no se encuentra en Lima o algún otro departamento del Perú, sino en todas partes, y de que, a veces, las mejores historias son las que nos tocan como si las viviéramos en carne propia.
Inmigrante a palos no es una, sino siete historias de éstas que nos hacen pensar sobre las múltiples posibilidades que nos depara el destino. Lógicamente, los textos tienen un público «objetivo», aquel que ha volado sobre océanos para cruzar continentes con el fin de buscarse una oportunidad mejor de la que su país y las circunstancias fueron capaces de ofrecerle. Sin embargo, quienes no hayan vivido el exilio tendrán la ocasión de conocer, por medio de la lectura, que no todo es color de rosa fuera del país, específicamente del Perú, y que, aquí o más allá, vivir significa plantar cara a la adversidad para realizar un sueño.
De todos los textos aquí presentados, «Avancen atrás» es más concebida como una ficción, ya que el autor traslada una realidad peruana —las combis y los choferes— a Suecia. Pensar en que un «apacible» y «ordenado» sueco se suba a una «combi de la muerte» y baje con el pie derecho para no caerse de bruces sobre el pavimento ya es una ficción que a más de uno ocasionaría una mezcla de hilaridad y vergüenza ajena. Exportar las «malas costumbres» no es precisamente lo que plantea el neoliberalismo, pero sí trae, como daño colateral, la globalización. Luis Miguel Bracamonte toca aquí el tema de la imagen del peruano en el exterior, y lo hace con una visión casi futurista, al menos en Suecia, por lo pronto. Un vaticinio inesperable.
El autor refleja un tema muy personal en «El hombre que no quería morir». La huella del padre «inmortal» hace de éste un texto sentimental y de protesta ante los planteamientos de la economía —el no asistir a un enfermo anciano por «recorte presupuestario»— frente a las razones humanas. Para entender este relato (aunque también los otros), uno tiene que encarnarse en el personaje y seguirlo en el periplo de la familia que lucha por devolverlo a la vida, en esa latente incertidumbre en que uno se encuentra ante la evolución de un pariente querido y enfermo.
«Inmigrante a palos», cuento que da título al libro, es la conexión entre este volumen y Nos vemos en Suecia, editado también por Rentería Editores, en el año 2003, y que ha tenido buena acogida.
De los otros textos hay mucho que decir, pero resumiremos diciendo que son, en conjunto, una muestra de que la literatura peruana no se encuentra en Lima o algún otro departamento del Perú, sino en todas partes, y de que, a veces, las mejores historias son las que nos tocan como si las viviéramos en carne propia.
(Prologo, del libro “Inmigrante a palos”, Perú. Autor: Luis Miguel Bracamonte Salazar)