Atrás quedaron los años en los cuales a partir de un producto exitoso, las empresas se aseguraban años de éxito y liderazgo. La innovación se transformó en una variable de base, si no cambiamos, perecemos.
Sin dudas los avances tecnológicos hacen más cortos los ciclo de vida de los productos, y ante esta situación hay dos opciones: la vemos como una gran amenaza a la continuidad de la compañía, o la consideramos como una excelente oportunidad de competir y crecer mediante la innovación.
En este contexto, el proceso de desarrollo de nuevos productos se convierte en una ventaja competitiva para aquellos que están bien orientados. Las empresas que cuenten con procesos de innovación eficientes y sean capaces de introducir nuevos productos orientados a los deseos de los clientes, en el menor período de tiempo, tendrán una importante ventaja respecto a sus competidores directos. Un ciclo de desarrollo breve permite a la compañía adelantarse a sus competidores en el mercado, de forma que la velocidad en la innovación se convierte en uno de las competencias elementales del éxito o fracaso del nuevo producto o servicio.
No se puede discutir el hecho de que la empresa tiene que aprender a convivir con el reto de la innovación. La clave del éxito de las innovaciones no reside tanto en contar con la tecnología como de la dirección del proceso de innovación. La verdadera ventaja que la compañía exhibe es su capacidad para distinguir señales del entorno que le adviertan sobre oportunidades y amenazas, comprender los cambios y definir una estrategia.
La gestión de la innovación, se convierte en un instrumento de management, que conduce al éxito en el ámbito de los negocios.
Gustavo Adamovsky